jueves, 22 de marzo de 2007

Perpetuando

Nos educamos en y para el silencio. En el pesero, una niña berrea, mientras los padres la cargan con cara de hastío y le suministran una dosis de biberón, mientras hablan de cualquier otra cosa. Y siguen hablando de cualquier otra cosa. Se poncha una llanta, y lo único que aparece es un murmullo ¿se ponchó una llanta? El conductor baja, revisa y seguimos como por arte de magia. Y como por arte de magia, nadie se maravilla de que sigamos. Alguien, a mis espldas, pregunta ¿Traerá llanta doble?. No hemos de saber. Al menos, yo no. Aunque me hice el firme propósito de revisar cuando bajara la llanta posterior izquierda, cuando bajé no lo cumplí. Enfrente un chavo trae walkmans y apenas se entera de qué pasa. Trae Rammstein, Du hast, que se mezcla en el modo más jodón con el llanto de la niña. Pero el llanto no lo escucha. En el asiento del fondo, una señora y un señor (¿conocidos, amigos, encuentro eventual, extraños?) hablan de la vida marital de ella. Yo... yo no contribuyo nada, voy tomando notas (literalmente, tengo las dos manos libres puesto que de cualquier frenón me defiendo con la cabeza, atorada contra el techo). Tomo notas y, en silencio, sin molestar, bajo cuando llegamos a la bodega de Aurrerá y olvido lo de la llanta.

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