jueves, 14 de junio de 2007

De Studio

En los textos farragosos y feos, subrayo todo. Porque todo tiene la pretensión de ser importante. Si se repite y se repite lo importante, lo subrayo. Porque, además, en vez de el párrafo anterior, sembra que se leyó hace cinco páginas.

En cambio, en los claros, no subrayo casi. Todo está tan limpio, tan ordenado, que se te meten las ideas sin que te des cuenta y vas saltando página tras página como si nada, buscando una frase contundente que no hay, porque al tipo no le hace falta decir que "ojo, aquí hay una idea".

Por lo tanto, del que no me gustó, acabo con unas notas largas e igual de incomprensibles que el original. Del que sí, no tengo notas.

Por lo tanto, subrayar no es lo mío.

Por lo tanto (para la otra): si empiezo a subrayar, quítame ese libro de las manos y vamos a ver una película, que seguro aprendo más.

No hay comentarios.: