miércoles, 27 de febrero de 2008

El malestar de la cultura en Buenos Aires y Tokio

(un título más pretencioso, por favor)

Antes, dos breves apuntes sobre el FICCO:

La primera regla de oro del puto FICCO de los güevos es "la película que quieres ver, y probablemente nunca más en tu vida vas a tener cerca, se proyecta al otro lado de la ciudad, dentro de 15 minutos. O en el cine que te queda cerca (es un decir), ayer, justo a la hora que tenías libre".

(Que en realidad es corolario de la regla cero: si quieres ver todas las películas de una sóla de las series (digamos las de Carl Dreyer) tienes que a) no tener nada que hacer y b) gastar una millonada en transporte, sea en gasolina + estacionamiento, sea en taxis, porque en transporte público no llegas a tiempo. Porque en Polanco* no hay metro. Es decir, tienes que ser rico y jubilado.

*Neto, y me revientan los lugares comunes, pero este es cierto porque lo he visto, los que llenan las salas del festival en Polanco van desde el sur.

La segunda regla de oro es "por más oscura que sea la película y más extraño que sea el horario, te encuentras a 'todo mundo'". Lo cuál te hace pensar a) qué chiquito es 'todo mundo'; b) cuánto tiempo libre tiene 'todo mundo' (falacia); c) si mi 'todo mundo' es esencialmente sureño... ¿Qué carajos hacen las películas en Polanco?

Lo que remite a algo que leí la otra vez de Barry Schwartz, de cuyo nombre no me acuerdo, pero que en esta página está seguro, o si no, algo parecido. En el sentido de que parece un festival fantástico, pero hay que replantear al menos la organización, si no es que mucho más, porque de tantas opciones que no tomas te frustras. Chido que traigan tanto cine, mal que lo aprieten en dos semanas escasas, mal que lo repartan sin ninguna coherencia entre tantas salas.

Basta de eso. Volvamos al título pretencioso.

Hoy fui a ver La de Kitano (el nombre del traductor lo omito, porque me pareció espantoso, y también el subtitulaje). Hace como un mes, ví "La Paranoia" de Rafael Spregelburd en un festival más modesto de teatro.

Breves sinópsis, incluyen final. Si no son argentinos, la obra no la verán, muy probablemente, y si no viven en polanco, la peli es difícil, así que despreocúpense:

La obra - juntan un grupo de especialistas en distintos campos para salvar a la humanidad de la destrucción. "Las inteligencias", un ente estelar no la han destruído porque les gustan las ficciones terrestres, que ellas no pueden elaborar, pero las inteligencias están un poco hartas y amenazan. Los especalistas deben hacer una narración en la que, por una serie de restricciones, en realidad no puede pasar nada. (A las inteligencias no les gustan los artificios demasiado obvios, ergo, no puede haber nada prioritario, nada escondido, nada x, nada y, ... y en suma (no lo dicen nunca), no puede avanzar la trama (hablan en algún momento de un edificio que se está quemando, y los personajes siguen en lo suyo, jugando cartas, gritándole al vecino, viendo tele yo que sé, y nadie hace nada por salvarse porque sería demasiado protagónico. Además, el edificio sólo se ve desde afuera, con la vista fija en la puerta principal).

Con esas restricciones, terminan armando la historia de una niña venezolana, de Maracay, que toca Maracas, y se quiere vengar del mundo porque las empresas de cosméticos en contubernio con el gobierno revolucionario le arruinaron la vida y la dejaron fea. La persigue un oficial de policía bulímico (porque ningún personaje puede ser tipo). En fin, la trama se les empantana, hay un intermedio, sales, fumas, etc, regresas (porque además son casi cuatro horas), y zas, que se dan cuenta de que en realidad, la niña sicópata de doce años los está escribiendo a ellos usando las palabras en el orden del diccionario, de ahí Maracay, Maracas, y en algún momento mencionan Maracaibo. El laboratorio donde estaba encerrada, porque su historia es, por cierto, un pastiche de una historia de terror, se quema. Y, no me acuerdo como era la transición, pero el policía bulímico muere, de pronto estás viendo una pantalla donde proyectan un video totalmente absurdo en el que desfilan los personajes de la obra pero también muchos más, repitiendo los mismos actos y encimándose unos con otros. Durante cinco minutos al menos, y eso que estoy pensando que el tiempo se hace largo cuando te angustias. Se sentían como quince, o veinte, o toda la eternidad, porque de eso se trataba. La pantalla era un aleph. Un aleph fársico, pero probablemente por ello más realista (sin prioridades, sin desarrollo, sólo el eterno retorno de los personajes y sus acciones sin sentido). Era la narración total que querían las inteligencias.*

El filme trata de Takeshi Kitano tratando de hacer una película. La primera parte es un breve recuerdo, en tono cómico, de lo que ha hecho, y de ideas de qué podría hacer. Pero No quiere repetirse, y No quiere hacer lugares comunes. Entonces decide que "un meteorito va a chocar con la tierra, pero no quiere héroes que le pongan una bomba nuclear y salven a la humanidad, entonces resulta que sobre el meteorito están grabadas las caras de dos mujeres, y, claro, ellas han de ser las protagonistas. corte a las protagonistas (una carga una jirafa en la espalda, de peluche, la otra tiene un pato de peluche como guante. Cada tanto grazna) comiendo fideos en un restaurante. Planean poner una cucaracha en el caldo para no pagar, y justo antes la pone otro tipo en la mesa de atrás y llama al dueño. Que es un luchador. Que se surte a todos los comensales (acaba de pasar una araña por mi teclado) que también son luchadores (uno tiene máscara y todo). Así que cuando se acerca con las señoritas, ellas le dicen que el caldo está delicioso, que qué le puso. "Cucarachas, por supuesto", dice, y ellas casi vomitan. Salen del local, y el letrero dice "fideos de cucaracha". Caminan un poco, y hay un accidente. El del coche se baja, el atropellado se levanta, A le da 1000 yenes a B y todo arrreglado. Entonces tienen la idea de cazar accidentes contra coches ricos. La del pato se deja caer ante un Mercedes que la esquiva y se oye cómo choca. Se levanta y la atropella una minivan. Se levanta y el de la minivan cae muerto. Entonces pasa el coche de un millonario con Takeshi Kitano y un doble suyo que es un monigote de papel maché y ellas deciden perseguirlo para ponérsele enfrente y cobrarle las fracturas. Lo siguen por varias escenas. El coche nunca las deja atrás, y ... ya está la idea. Se enamoran de Takeshi.
Luego, después de una larguísima serie de absurdos, una clase de karate a lo chespirito, un robot que parece ultraman, una suegra que se va dando saltos de conejo, un viaje al arco del triunfo en París, un castillo disneyesco fotomontado en las colinas japonesas, ... cae el meteorito y todos se mueren. Y se acaba la película (salvo un epílogo que acá no viene al caso. Aunque si se toma en cuenta abre la posibilidad de unainterpretación totalmente distinta de todo ésto, que no digo porque, esa sí, no viene al caso).

*Por cierto, ahora que me acordé, me recuerda la sensación de una novela de César Aira, El congreso de literatura, que había leído hace unos tres años, y no me acuerdo bien de qué se trata, y el final de otra novela de Philip K. Dick, que esa sí no digo el nombre pero si la leíste ya sabes de qué hablo. Sólo por poner más ejemplos, aunque quizá no vengan tanto al caso, la de Aira porque no estoy seguro, y la de Dick porque sólo es el final y es mucho anterior.

Fin de las simópsis, que eran para que supieran de qué hablo. Los malestares: los dos casos trataban de hacer historias sin recurrir a historias ya hechas, que no tengan una pizca de nada ya visto, ni de formulario. La preocupación, en ambos casos Mi preocupación en ambos casos, si se quiere, es cómo hacer ficción. En el primero las inteligencias y en el segundo el mismo autor se prohíben todo lo que se considera de mal gusto... y terminan haciendo cosas del peor gusto posible, que es la incoherencia absoluta. (saca la frase palmaria). Es decir, si en el teatro hubiera visto la historia de la niña Venezolana que no pudo ser miss universo y quiere tomar venganza y el policía bulímico que la busca por los salones de belleza y otros bajofondos de Maracay, me habría salido. Y si en el cine hubiera sido el romance entre la mujer manodepato y el muñeco de cartón que maneja un robot con cara de ultraman mientras el patrón anda en calzones regañando a los que se ríen, me hubiera salido. No lo hice porque no era eso, esas historias estaban en el marco de otras historias. pero se presentaban como la solución, y eso es lo que me incomoda, y lo que, según yo, incomodó a Kitano y a Spregelburd lo suficiente como para dedicarle al tema un buen cacho de sus vidas.

La solución no está ahí. Las historias que se pueden contar no son esas. Y entonces, tal vez, la idea de elidir lo innecesario no es tan buena y queremos más Balzac y menos Monterroso.

Pero el problema es también otro. De cierto modo, esos absurdos son lo más congruente, el único medio aparente para crear movimiento. Acá son hiperbólicos, cierto, pero veamos en pequeñísima escala: tienes el momento X congelado. ¿En el momento x+1 qué puede pasar? lo más probable es que nada. Si suena el teléfono, es un pequeño absurdo entrando en la historia: no había nada en el instante anterior de lo que se pudiera deducir que iba a sonar. Es casi como que una lagartija de tres pisos de altura pase caminando junto a la ventana, sólo cuestión de escalas. En un relato absolutamente lógico, no pasaría nada, y tampoco es la narración que nos gusta.

¿entonces, se puede o no?










(y claro que sí, se hace, y por eso hay vida, pero el simple hecho de que algo pase no es "prueba" de que se pueda. O quizá sí, pero es una prueba empírica, y eso a la teoría no le entra mucho)

1 comentario:

Alejandra Mondaca / Séptimo Sentido dijo...

Hola Santiago! Concuerdo con tu opinión del FICCO, esta vez preferí no ver nada, por lo mismo de las distancias y desde luego, que yo no entro en el rubro de "nada más que hacer", jejeje...

saludos!